Hay dos tipos de personas: las que arrancan el año en enero y las que marcan septiembre, como si de una agenda escolar se tratase, como el inicio de un nuevo curso. Ya no se trata de preparar mochilas, zapatos, uniformes y libros o tabletas para un nuevo y apasionante año, pero sí de mantener esa ilusión, esa incertidumbre y ese vértigo que hace tantos años se apoderaban de nosotros.
Septiembre es el ahora. Es el presente y a la vez ese futuro cercano al que llevas meses postergando proyectos o decisiones; la ineludible llamada del ‘ya’; el adiós al ‘esto lo vemos después de las vacaciones’ y el pistoletazo de salida a todo lo que está por venir. Septiembre sirve para sacar todas las fuerzas que has repuesto durante las vacaciones, coordinar a los efectivos (tanto internos, como de equipo) y aplicar la estrategia que queremos construir de ahora hasta final de curso.
Este año, tal vez, el equilibro entre ilusión e incertidumbre parezca descompuesto, pero eso no impide que septiembre siga siendo un folio en blanco en que reflejar nuestras expectativas y nuestros objetivos para seguir avanzando. En mi lista de cosas que quiero trabajar este año, no faltan:
- La fuerza, para mantenernos siempre íntegros y en pie a pesar de que a veces suframos duros golpes de un entorno incierto y cambiante.
- La mente abierta, para no acomodarnos y analizar siempre nuevos puntos de vista, nuevos negocios, nuevas ideas o nuevas tecnologías que nos permitan tener una foto completa de cualquier situación y avanzar sin anclas.
- La pasión, para no perder la ilusión en aquello que uno hace. En mi caso, trabajo para ayudar a las empresas a hacer evolucionar sus negocios. Y este reto es cada día más apasionante e imprescindible que el anterior.
- El esfuerzo, porque ningún camino es fácil ni está exento de piedras. Pero el arrojo y la disciplina para seguir trabajando en lograr los objetivos que te propongas en las situaciones más adversas son compañeros imprescindibles en cualquier camino hacia el éxito, sea cual sea el triunfo para ti.
- La mejora continua como actitud vital, para estar siempre abierto a mejorar nuestros procesos y nuestros métodos con un objetivo claro: avanzar para ser mejores con nosotros mismos y con los que nos rodean.
Y tú, ¿qué metas te pones para este nuevo curso?