Si pensamos en un profesional brillante que nos venga a la cabeza, puede ser un compañero de trabajo, de la universidad, competidor nuestro, estrella mediática o alguien que en alguna ocasión te atendiera francamente bien y dejara ese buen recuerdo en tu memoria.
Si recapacitamos un momento y pensamos en: ¿Qué características nos gustaron de él o ella en especial para que nos dejara tan buena impresión?
Seguro que algunas de las características que habremos destacado tendrán que ver, por supuesto, con una excelente preparación técnica así como de su experiencia, como la de ese camarero que nos atendió tan bien en un restaurante y nos aconsejó un vino excelente… pero seguro que la mayoría de las características que destaquemos tienen que ver con la ACTITUD y con las GANAS que tenga de hacer su trabajo de forma profesional y aportando un valor añadido, ese extra que te hace tener ganas de repetir, aunque solo sea porque te vuelva a atender.
Un profesional de cualquier categoría y sector puede tener una excelente preparación técnica, pero si no muestra ganas y pasión y destila solo pasotismo y desinterés, nunca logrará conectar con el cliente.
Al igual que se dice que la actitud mueve montañas, de igual manera podemos decir que la actitud mueve a las personas.
Dado que “no todo es técnica”, debemos preocuparnos por aprender, si no lo llevamos de serie, a aportar ese plus que nos haga diferentes, esto es, a tener una huella personal.
Hay una formula muy sencilla que nos da lo que podemos llamar el “valor de las personas”.
Hagamos un examen de conciencia y analicemos nuestro valor como persona en nuestro puesto de trabajo:
VALOR PERSONA = (C + H) x A
La variable C representa los conocimientos que tenemos y que hemos adquirido a través de los estudios, de la experiencia, de la formación continua en nuestra compañía o por lo que implica el mero desempeño del trabajo.
La H son las habilidades que hemos adquirido. Con esto nos referimos a las aptitudes en el trabajo, esto es, lo eficaces que somos haciendo algo al tiempo que eficientes, a como resolvemos problemas, a la intuición, etc.
La A significa la actitud.
Las dos primeras, la C y la H, suman y en conjunto nos dan la Aptitud que hemos conseguido para desempeñar nuestro puesto de trabajo.
La A o AMP, actitud mental positiva, como vemos en la ecuación, MULTIPLICA.
Se puede saber mas que nadie en un trabajo y contar con un fantástico historial profesional, pero si no se muestra motivación, pasión por tu trabajo y disponibilidad, ganas de servir y de dar más cada día, al A vale cero y por ende te resta como persona.
Por el contrario, si exhibimos ganas de aprender, ganas de mejorar, empatía con los demás, y ganas de ofrecer el mejor servicio a nuestros clientes, entonces los Conocimientos y habilidades se verán multiplicados por el coeficiente A, dando un valor personal notable.
No olvidemos nunca que, ocupemos el puesto que ocupemos en una compañía, siempre tendremos clientes, externos o internos a la organización, pero siempre tenemos como misión satisfacer los requerimientos de alguien que paga por nuestros servicios.
Del mismo modo, en nuestra vida cotidiana, siempre seremos en algún momento cliente o proveedor.
Por esto, cuando sirvamos productos o servicios a un mercado, el valor de persona que tengamos nos hará diferenciarnos del resto y aportará nuestra propia singularidad, y hará que vayamos construyendo día a día nuestra “marca personal”.
Esta reflexión se podría aplicar igualmente a un colectivo entero o a la propia empresa.
Cuando estamos de cara a un cliente, al público, deberemos demostrar siempre empatía con nuestros clientes, ya que representamos a la marca que vendemos y máxime cuando estamos de cara a los clientes externos, ya que somos lo que el cliente ve de nuestra marca.
Varios expertos que han analizado durante décadas los comportamientos humanos llegan a la conclusión de que el 85% de nuestro éxito como profesionales depende de nuestra actitud.
Así pues, deberíamos llevar tener grabada en nuestra memoria esta fórmula de VALOR PERSONA, para acordarnos de que en cualquier cosa que hagamos, la AMP, Actitud Mental Positiva, va a marcar la diferencia entre las personas corrientes y las excepcionales, entre profesionales mediocres a otros verdaderamente efectivos, entre directivos de bajo perfil y auténticos líderes emocionales.
Una breve reflexión: deberíamos obrar con los demás, con nuestro entorno, cuando proveemos un bien o un servicio, como nos gustaría que se obrara con nosotros cuando somos los que lo recibimos.
Por último, me gustaría acabar con esta frase que siempre me ha encantado:
“Tu actitud, NO tu aptitud, determina tu Altitud”.